Coleccionismo vital.

Publicado originalmente el 21 de abril de 2012.

¿Cuál es el sentido de coleccionar algo? ¿Qué tiene la música que es tan propensa al fanatismo y difícil de abandonar? ¿Por qué dedicar una vida a coleccionar música?

¿Qué ven los coleccionistas en esos objetos pequeños de plástico? ¿Por qué gastan buena parte de su tiempo, de su dinero, de su vida buscando música? ¿Cómo vive un coleccionista? ¿Por qué hacen lo que hacen?

Nick Hornby lo plantea así en Alta fidelidad: “Jóvenes. Siempre jóvenes con lentes a la John Lennon y chaquetas de cuero y bolsas cruzadas llenas de cosas. […] Jóvenes que pasan una cantidad desproporcionada de tiempo buscando singles descatalogados de Los Smiths y discos originales, no reediciones, subrayado, de Frank Zappa. Están tan cerca de la locura que ya no hay distinción.”

El objeto es todo un portador de sentido y crea, alrededor de sí, un lenguaje propio: una cultura. Anteriormente, sólo se podía pensar a la música en su interpretación en vivo y en su contención en un disco. Ahora, con las tecnologías de compresión y la Internet, la música es más impalpable que nunca. Ya no es necesario un disco para tener música.

¿Por qué coleccionar discos si la música ya está en otros medios?

Estos locos de Hornby, los coleccionistas, son locos con método. Tienen mapas mentales bien definidos. Sólo uno de estos locos podría hablar durante horas de etiquetas de discos, de números de catálogo o de diferencias entre distintas ediciones con tanto conocimiento. Algunos tienen una memoria enciclopédica que ya quisiera un bibliotecario o investigador.

Pero, ¿por qué dedicar la vida a coleccionar música? Hace algunos años, como parte de una investigación que debía hacer para intentar entender (y entenderme) platiqué con varios coleccionistas. Aquí están algunos fragmentos de conversación.

Carlos Salgado es arqueólogo, melómano y ávido coleccionista musical. Nació en 1975, en Colima. Por su trabajo, se traslada por distintas partes de la república, pero su “base” está en su ciudad. Él lleva más de diez años coleccionando discos, especialmente de Echo & The Bunnymen, su banda favorita. Dice: “Para mí tiene que ver con cierto tipo de personalidad, anorak le llaman en inglés, algunos le llaman nerd. Algunos le achacan cierta connotación juvenil e inmadura, a otros les parece cosas de viejitos, no sé… Para mi es una necesidad de archivista o bibliotecario, de conocer cosas clasificables, de ordenar. [Uno colecciona] para soportar este infierno. Encarémoslo, la vida es aburrida. Unos coleccionamos, otros se pinchan el brazo, seducen a niños con una sotana, o le ponen el cuerno a su mujer con la señora de la limpieza. Se trata de pasar el rato.”

Para Moisés García ser mod implica todo un estilo de vida, con la música como columna vertebral. Nació en el Distrito Federal en 1985 y, desde Ciudad Nezahuatcóyotl, se ha dedicado a absorber todo el conocimiento posible sobre su música y a esparcirla en fanzines y en fiestas organizadas: “En la adolescencia música se convirtió en lo más importante. Era determinante en la búsqueda de tu identidad y un factor de distinción, de integración o aislamiento. Desde ese entonces me decanté por la acumulación de archivos de sonido en todos los formatos posibles. Tengo un mueble especial para resguardar mis tesoros, mis amados discos de plástico negro. Y dentro de este mueble sólo hay espacio para la música negra y la música influenciada por esta. Ya sabes, blues, rhythm & blues, SOUL (en mayúsculas) y sus derivados e imitaciones elaborados por músicos blancos, morenos y amarillos. La mejor música del mundo, esa música rebelde hecha con el estómago vació y el corazón ardiendo en llamas. El virtuosismo y todas esas grandes técnicas de grabación y remasterización que se vayan al carajo. Yo no cambiaria un disco de Muddy Waters o The Sonics por uno de esos cuidadísimos álbumes de the Beatles.”

Juan Antonio Sánchez, nacido en 1972, nació y reside en Tijuana. Fue uno de los mods fundacionales en su ciudad y en el país: “Creo que es una forma de diversión y satisfacción propia. Yo lo tomo como un pasatiempo. Cuando estás en la secundaria como que quieres tomar un rumbo o pertenecer a algo y creo que fue por eso que decidí empezar a escuchar rock. Cuando yo tenía esa edad ya había gente en Vespas que andaba en la onda del ska, para ser específico en el 2Tone. A mí me pareció muy interesante y diferente a todo lo que se oía en ese tiempo aquí en Tijuana. Y me empecé a forjar a semejanza de ellos. Pero lo que realmente cambió mi vida en ese tiempo fue ver Quadrophenia. Definitivamente así empecé, con los Who y después grupos similares como los Rolling Stones, Beatles, Spencer Davis Group, Animals…”

Los objetos, como se ve, son los que acotan no sólo el estilo de vida estilo de vida, también el abordaje de la realidad y la lectura y transmisión de símbolos culturales específicos. El coleccionar cierto tipo de música ya representa una visión del mundo. Es esencial en la construcción y reforzamiento de una personalidad, ya que la música, en estos casos, se extiende a la vida diaria en niveles meramente sociales: la ropa, los amigos (que influyen en uno y uno influye en ellos, generalmente una cosa más que la otra) y los lugares frecuentados.

En las subculturas muy acotadas y homogéneas, el consumo activo de música también se convierte en algo mucho más exigente, porque entonces los sujetos más avivados querrán conseguir siempre la mayor novedad. Si de por sí el coleccionismo resulta exigente en cuanto a que requiere de conocimiento, tiempo y recursos económicos, la subcultura impone un límite, necesario de cualquier modo, al abanico de posibilidades de items coleccionables. Es el mejor ejemplo del consumo como un factor de identificación y distinción. Un sentir en común.

C/S.

4 thoughts on “Coleccionismo vital.

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