Adiós, chau, hasta la vista.

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Publicado originalmente el 2 de enero de 2015.

Eso: goodbye. So long. Au revoir. C’est fini.

Me voy. No habrá más Panis et Circus en estas páginas. La columna se acaba, pero no las letras. Esas siguen y seguirán. Fue bueno compartir opiniones en un periódico que se distingue por eso: por la pluralidad y apertura en una ciudad acostumbrada a tener sólo un punto de vista. La columna se acaba porque hay muchas otras cosas que hacer. Como dice el lugar común, espero que sea un hasta luego. Pero no lo sé. Ahora, no lo sé.

Fue un trabajo que inició en agosto de 2009 y que llegó hasta enero de 2015. En estas páginas discutimos de música como no se había podido antes en León. Por eso (y por otras razones, muchas personales) me voy contento.

Panis et Circus completó un ciclo de casi trescientos textos, todos distintos: reseñas de discos, comentarios de conciertos, pequeñas historias de música, semblanzas, opiniones, entrevistas con gente de música. Lo que me encantó es que siempre fue en primera persona. Siempre desde el yo. Me comprometí con la subjetividad (y El Heraldo me hizo segundas en todo momento) porque la creo necesaria. Porque hay que contar más historias. Porque los temas privados son los más universales, los individuos los que tejen las sociedades (y las hacen como son) y la convergencia de opiniones es la que crea los movimientos culturales, que en León no es que estén hibernando, sino que están en estado de incubación. Hay que aprender del pasado, de los que han ido y venido, de lo que nos es ajeno (perdámosle el miedo a lo ajeno), de la otredad. La música, en mi experiencia, es lo que más me ha hecho aprender de Lo Otro, de otras maneras de abordar la vida y de crear sentido. De aprender y avanzar.

Sigamos hablando de música, por favor. Me encantó hacerlo aquí porque fue sin dogmatismos ni imposiciones; hice de lado las vacas sagradas, la ortodoxia, el lugar común; creo (aunque puede que me equivoque) que en estas páginas se hablaron de cosas de las que jamás se habían hablado en León antes – en un medio leonés, para ser justo a la verdad. Porque estos temas sí que se tratan en la calle, en el bar, en las fiestas y conciertos (que son muchos ya en la ciudad, aunque un cien por ciento de lo que es emocionante sucede en el underground, escapando de la oficialidad, así que exige ojos y oídos abiertos y, sobre todo, presencia), en fanzines, en aulas, en camiones, en cafés. En León hay entusiasmo. Sigamos alimentándolo. Quiero que mi ciudad sea buena para vivir en todo sentido.

De eso se trató esta columna: de compartir esa lujuria por vivir que sólo la música puede capturar tan perfectamente en una canción de tres minutos. O al menos, así la concebimos. Ojalá hayamos logrado nuestro cometido.

Dije que me voy contento y no es una aseveración de dientes hacia afuera: lo hago.

Gracias gigantes y totales a Benjamín Cordero y a Carlos Martínez Vertti, par de eminencias; a Marcia Alcaraz, por abrirme el camino a este oficio; a Marisoul, que fue columna vertebral de esta columna periodística, que apoyó y soportó las noches de escribir; a Ulises Guzmán, Chema Rosas y Rafa Cisneros, quienes aunque escriben mucho menos que yo, escriben mucho mejor que yo y, aunque ellos no lo creen, me ponían a parir chayotes al competir con su omnipresente sombra (son unas musas, panas, ni modo); a Alex Castro por ser un editor fantástico y por ser tan abierto cuando textos escritos para LaPopLife pudieron publicarse en El Heraldo (y al revés, por dejar que textos escritos para El Heraldo se publicaran en LaPopLife); a Nik Cohn, Kevin Pearce, Simon Reynolds, Kiko y Uri Amat, Parménides García Saldaña, Eusebio Ruvalcaba, Lester Bangs, Bob Stanley, Everett True, Javier Morales i García y a mis amigos fanzineros por recordarme que sí se puede escribir sobre música con humor, con las tripas y con el corazón, no siempre con la cabeza fría y à la institucional; nunca les llegué ni a los talones, pero me retaron con sus letras a ser mejor. A todos los que entrevisté a lo largo de estos años, sois unos malditos cracks; gracias.

Gracias a todos los que leyeron: a los fieles, los habituales, los ocasionales, los incidentales. Gracias. Lo pasé bien. Ahora les toca a ustedes salir y hacer Historia. Esta pinche ciudad necesita menos burocracia y más confianza, menos institutos y más peñas, menos indiferencia y más juventud, menos prejuicios y más síes. Que los jóvenes ejerzan su derecho a la juventud y que los viejos no dejen que sus historias se pierdan.

Leed, escribid, escuchad, nunca dejéis de escuchar. De ver. De curiosear. De hacer cosas ridículas y pasadas de moda. De gritar y bailar. De hacer ruido. Y, sobre todo, nunca perdáis el sentido del asombro. Aunque perdáis todo lo demás.

Me voy con el agradecimiento y la estupefacción, como ya dijo aquel otro grande. Esta es mi ceremonia del adiós.

Fue bueno estar aquí. Chau. Nos vemos en el futuro.

C/S.

Esteban Cisneros

3 thoughts on “Adiós, chau, hasta la vista.

  1. Por cierto: que encontrar entre los agradecimientos a Kiko Amat me ha sorprendido en la misma medida en que no lo ha hecho en absoluto. Se me había tenido que haber ocurrido antes que os conocíais: demasiados puntos de tangencia (el sentido del humor, lo bien que -cabrones, hace tiempo que sois referencia ineludible para un servidor- escribís los dos , esa afición por la música que invoca el peligro…); demasiado en común para impedir que acabarais por encontraros en algún lugar, seguro, lleno de humo y ruido feliz.

    • Gracias, míster. Seguir escribiendo, lo haré; me mantengo en contacto, que yo también soy un ávido lector de tu blog. Y me encanta. Aprendo y disfruto. Un abrazo, muy agradecido por tus palabras. ¡A lo que vendrá!

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